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Por el siglo XVII, las personas y caballerías que transitaban por el Camino Real entre Madrid y Valencia, hacían noche en Villar de Cañas. En torno a la plaza Mayor, eran varias las posadas y ventas que daban cobijo a los viajeros. La más antigua era la venta que se encontraba en la que luego fue casa de D. Isidro de Luz, frente a un pozo rodeado de cañas (de donde pudo venir el nombre de Villar de Cañas). Como posadas se encontraban las de Lope Noé, Angel Garde, Felix Medina y la de Vitorio (ver plano centro histórico). A mitad del camino entre Villar de Cañas y Montalbanejo, había un poblado llamado Olmillos. Estaba situado en un paraje conocido como Prado Redondo o Chozo la Paz. Contaba con una ermita donde se veneraba a Nuestra Señora de la Paz y a poca distancia se encontraba la casa del ermitaño. Parece ser que desapareció por la falta de protección pública, ya que al estar situado junto al Camino Real, sufría robos y saqueos por bandas de bandoleros. Una de estas bandas tenía su guarida en el Regajo en la que se denominaba Cueva de los Bandidos. La calle Ilma. Dña. María Luisa Vallejo y Guijarro, con anterioridad se llamó Ana Carrizo (Ana Carrizo habitó en Villar de Cañas por el siglo XVII) y era una calle donde vivía la clase alta del pueblo, de ahí el dicho: "Ana Carrizo, calle de grandes, donde se arrastran sedas y tafetanes". Existió un molino llamado "Molino de Ibarra", movido por el agua del río Záncara. Estaba ubicado aguas abajo del Congosto, donde en la actualidad se encuentra el almacén de materiales de construcción de Illescas. Ya en el Catastro del Marques de la Ensenada se menciona la existencia de "un molino harinero llamado de Bivarra , situado sobre el río Zancar, que lo hace con dos muelas interpoladamente más o menos horas, según las crecientes o menguantes del río, el cual pertenece al excelentísimo señor conde de Mora". En tiempos de la Guerra Civil, allí trabajaban y vivían mis abuelos Alejandro Sáez y Francisca Olmo y su descendencia. Aguas más abajo había más molinos, uno entre el cerro Alcolea y el Castillo de Fuentes, en el paraje conocido como "el cuadro del molino" y otro en lo que se denomina "el molinillo". A mediados del siglo XIX había mucho viñedo en el pueblo. Para aprovechar los restos que quedan de la uva después de hacer vino (la madre), Vicente Benita Puig (nació en 1865) fundó una destilería para fabricar anís. Lo comercializó como "Anís el Aguila". Tal fue su éxito, que le dieron una medalla en un concurso en París. El negocio acabó cuando las viñas padecieron la filosera. La destilería se encontraba en la última edificación a la salida del pueblo hacia la ermita a mano derecha. En la foto lo podemos ver escuchando una vieja radio de galena. En el pueblo existía una fábrica de gaseosas, refrescos y helados propiedad de Felipe Millán. Se encontraba a la entrada del pueblo en lo que hoy es la casa de Salustrio. También hubo un cine, propiedad de Rafael Millán, en el que se proyectaban películas que eran cortes de diferentes películas unidas en una, por lo que era difícil seguir el argumento. Había dos tejares. Uno situado a la salida del pueblo en la carretera de Montalbanejo, en lo que hoy es la casa de "la Pitus". Este tejar aprovechaba la cantera de arcilla que hay en la falda del un cerro cercano. Era propiedad de Vicente Herrero, más conocido como "el tejero". El otro se encontraba en el camino de Villarejo, cercano a los blancares de donde provenía el mineral para la fabricación del yeso que también allí se producía. Era propiedad de Alejandro Herrero, hermano del anterior. El primer tractor vino al pueblo al finalizar la Guerra Civil. Lo trajo Isidro de Luz y Fernández de Luz y al parecer era un Internacional. Posteriormente por los años 50, empezaron a llegar más tractores de las marcas Man, Masey Fergusson, Lan, etc. . Isidro de Luz, nació en 1890 y era Ingeniero Agrónomo. Era propietario del Raso y de lo que hoy es Casalonga. A finales del siglo XIX, se unieron varios vecinos y fundaron la Sociedad Benéfica Obrera, con el propósito de ayudar a las personas que caían enfermas y no podían trabajar, ya que entonces no existía la Seguridad Social. Su sede se encontraba en el local que hoy ocupa la farmacia y allí se reunían los socios para jugar al truque, oír la radio o a beber zurra los festivos por la tarde. Los días festivos por la tarde de 4 a 9 h. había baile. La música la ponía un gran acordeonista, Félix Sáiz (el Lobo), que junto con sus hijos Cecilio, Raúl y Moisés, creó la orquesta Los Lobos del Ritmo. También contábamos con una fábrica de piensos situada a la entrada del pueblo, edificio construido en 1936 y que en un principio fue concebido para fabricar harina y tuvo que transformarse en fábrica de piensos. Yo recuerdo de pequeño ir a la fábrica con la carreta y un saco de cebada para moler, todavía recuerdo a Cándido y a Nicolás. Según me han contado, por el año 1944 no se podía moler trigo que no estuviera con "cartilla" y aprovechando el molino de piensos, casi todo el mundo tenía su mucho o poco trigo que molía en el molino, luego cernían la harina en su casa y podían hacer pan. El que más y el que menos, tenía un costalejo allí. Un día se presentaron los inspectores y alguien del pueblo vio que entraban y que iban a organizar la marimorena. Ese alguien dio aviso y el sacristán tocó las campanas avisando de que había fuego (falso) en el molino. Allí se presentó todo el pueblo y les hicieron romper las actas (no sólo de nuestro molino sino de los de la ribera del Záncara, que habían denunciado a todos los molinos por cuestiones similares y decomisado la harina o el trigo) y casi se los comen. Resultado: tres vecinos fueron a la cárcel, por revoltosos, y el molino cerrado por orden gubernativa durante varios años, viéndose Cándido obligado a ir a trabajar haciendo carbón a las Carboneras, una aldea cercana donde se aprovechaba la gran cantidad de carrascas que había para hacer carbón vegetal. En la foto, un chisquero, mecha y pernalas. Perteneció a mi abuelo Atenógenes Mantecón. Recuerdo como mi abuelo colocaba la mecha al lado de la pernala y golpeando con el chisquero hacía saltar chispas que prendían la mecha. Era el equipo que llevaba todo fumador, además del tabaco picado y el papel de liar. Tenía la ventaja que en el campo, en días de viento la mecha se enciende mejor todavía. Esas mismas pernalas son las que llevaban las trillas de madera. |
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© Copyright Gonzalo Mantecón Sáez - 30/04/01