Situación socioeconómica en el siglo XVI

 

Fundación de la puebla de Villar de Cañas

Hacia 1396, D. EGAS COELLO, caballero portugués exiliado en Castilla recibe el Señorío. jurisdiccional de Montalbo y su tierra. La donación territorial posee propiedades agrícolas  situadas en los alrededores de las aldeas de Montalbo, El Hito y Alcolea, documentadas ya desde 1294.

EGAS COELLO acrecentó su patrimonio con la adquisición de fincas agrícolas en los alrededores, Tresjuncos, Almonacid, y en la misma  Alcolea, así como urbanas en Montalbo y en la ciudad de Huete.

Al testar en el año 1421, de una parte de su hacienda, funda el Mayorazgo hereditario de Montalbo que concede al hijo mayor, Pedro COELLO,  con el fin de garantizar la continuidad de su familia y linaje y evitar la disgregación de bienes.

Las fincas del término de Alcolea, aldea con Concejo e iglesia, y las situadas en término de  Tresjuncos y Almonacid, quedan fuera del Mayorazgo. Con ellas dota al resto de los hijos y a su viuda Leonor Alfonso Pacheco.

Los herederos del Mayorazgo, mediante adquisiciones y trueques se consagraron a la ampliación de la herencia, convertida ahora en verdadera explotación agrícola productiva semejante a los negocios de la burguesía.

Medio siglo más tarde,  en 1470, ESTEBAN COELLO, aprovechando la  gradual despoblación de la aldea de Alcolea, decide fundar una nueva puebla, Villar de Cañas, poniendo a disposición de los colonos tierras y comunes.

En 1473, ya establecidos los primeros vecinos, mediante un acuerdo, ofrece a los nuevos pobladores diez años de exención de tributos señoriales, solar para vivienda, dehesa y ejido, elección de oficiales del Concejo y algunos propios municipales. No estuvo exento el afán expansionista de los Coello de quejas de colonos y propietarios limítrofes.

En 1495 los vecinos se quejan de las exigencias del Señor que les obliga a trasladar las rentas a Huete, donde estaba la casa familiar. Incluso de la usurpación de una dehesa.

El propio Concejo de Alarcón niega a los vecinos de Villar de Cañas el uso de bienes comunales “por aver el dicho Esteban Cuello poblado Villar de Cannas en el término de Alarcón”. Lo que pone en duda la jurisdicción a la que pertenecían las fincas de la nueva puebla.

 

 

Con fecha 10-1-1495 los Reyes Católicos, desde Madrid, instan a los alcaldes de Alarcón a que arbitren sobre la intromisión realizada por los Coello en tierras de Alonso de Iniesta,  vecino de Villarejo de Fuentes. Estas tierras debían constituir una explotación agraria importante similar a la Casa del Conejero y del Caballero. Conocida como Casa de Alonso de Iniesta, en 1490 tributaba conjuntamente con Alcolea, Villar de Cañas, La Casa Blanca y otros en rentas eclesiásticas.

Al finalizar el siglo XV, la nueva puebla posee una explotación agrícola de 8.380 almudes, que en las primeras décadas del s. XVI supera los 11.000, por la anexión de las fincas adquiridas en la Casa del Conejero.

En 1517, Francisco Carrillo vende a los Coello ¼ del terreno de la Casa del Caballero, por 9.000 maravedíes que será ampliado en 1534 con la adquisición hecha de ¼  de Doña Mayor Figueroa, en 16.000 maravedíes.

En 1543 son SEÑORES DE  MONTALBO, EL HITO Y VILLAR DE CAÑAS, Pedro Lasso de Castilla y Coello y Catalina Pacheco (hija de Alfonso Téllez Girón, III señor de la Puebla de Montalbán y de doña Leonor Chacón, hermana del Marqués de los Vélez). Fueron padres de Pedro Coello Lasso de Castilla y María Pacheco Coello.

El título de Señorío concedido a EGAS COELLO, confiere a éste, y a sus herederos, ciertos  derechos jurisdiccionales sobre el territorio y los lugareños allí establecidos.

El Señor es el jefe político y como tal cobra impuestos, impone multas y ejerce funciones judiciales. Es quien nombra alcaldes, alguaciles, regidores de la villa y, al mismo tiempo, quien regula el funcionamiento de ésta.

A pesar de la hipotética autonomía del Concejo, su capacidad de intervención se limita a la representación de los lugareños.

Se obliga el Señor a respetar y proteger fueros, privilegios y libertades y a procurar la integridad y supervivencia de sus vasallos.

A cambio de rentas arrendaban  los COELLO una gran parte de las tierras, cumpliendo así con la obligación señorial  de procurar la supervivencia de sus vasallos.

Esta tierra estaba dividida en parcelas o mansos  de los que el Señor gozaba la propiedad teórica y los campesinos el derecho de uso, que solía ser hereditario.

Otra parte de la tierra, dominicata, estaba vinculada al Señorío y no podía enajenarse. Los campesinos estaban obligados a contribuir con su trabajo en los campos señoriales. Durante unos días al año debían trabajar en esta tierra. Este tipo de carga  se llamó serna en algunos lugares, pasando a designar, con el paso del tiempo, las tierras donde obligatoriamente trabajaban los siervos del Señor. Aún hoy conserva el nombre, La Serna, un paraje próximo a la villa de Montalbo.

 

 

La vida en el Señorío

La AGRICULTURA era la base económica. Suponía el 85 % de la renta rural, frente al 15 % de la ganadería.

El cereal era el cultivo típico y el barbecho la forma tradicional de aprovechamiento del terreno. Las tierras se preparaban con las antiguas labores de tradición romana, perfeccionadas por los árabes

Representan los cereales el 85% de la producción, seguidos por la vid, 10-15%. Frutas, hortalizas y aceite constituyen una mínima parte de la cosecha.

La agricultura extensiva es de secano: trigo, cebada y algo de avena. El cultivo más extendido era el trigo candeal, trechel o rubión.

No existían el maíz, la patata ni el tomate, introducidos muy recientemente a raíz del descubrimiento de América.

Donde la rudeza del terreno era invencible, crecían pastos para alimentar ovejas.

Se trata de una agricultura primitiva, poco productiva por lo somero de las labores, escasez de abonado, ausencia de selección de semillas y régimen de año y vez.

Agricultura de subsistencia: un poco de todo para cubrir las necesidades básicas; lo que no significa autosuficiencia porque existe una necesidad real de importar numerosos productos. Situación agravada durante las frecuentes épocas de malas, incluso nulas, cosechas que ni los PÓSITOS (silos), creados al efecto, podían paliar.

A partir del s. XVI conoce notable expansión la vid, protegida ya en territorios de la Orden de Santiago, cuando el vino se convierte  en componente esencial en la dieta cotidiana, en segundo lugar, tras el pan (todavía en los años 60 los niños merendábamos pan con vino y azúcar) y objeto de constante demanda al ritmo que crece la población.

 

La entrada de vino foráneo estaba rigurosamente regulada y sólo se permitía ante la ausencia o escasez, frecuente del autóctono. Ya, los vecinos de Torrubia, se quejaban:

“Es muy poco el que se coge y cada día va en disminución a causa de un gusano  que llaman arrevolvedor que ha dado en las viñas de doce años a esta parte”.

De la importancia de la vid, nos da idea el pago del diezmo que realizaban los pueblos de la Orden de Santiago en 1578.

Pueblo                  Importe

SAELICES             40.000 maravedíes

TARANCÓN          275.000 maravedíes

TORRUBIA             20.000 maravedíes

VILLAESCUSA         1.500 arrobas

ALMENDROS         35.000 maravedíes

TRIBALDOS                250 arrobas

(aunque se pagaba en metálico, aparece consignado en especie, en algunos pueblos.)

El número de braceros, campesinos sin tierra o jornaleros, era muy superior al de los labradores (pequeños propietarios y arrendatarios.) En proporción de 60 % braceros y 30-40 % labradores.

Se inicia en el s. XVI la parcial y progresiva sustitución de los bueyes por mulas como animales de tiro para la labranza. Único cambio tecnológico, no exento de detractores.

Alegaban los defensores el mayor rendimiento de las mulas y el aumento de las distancias a que se encontraban las tierras cultivadas, habiendo aumentado las roturaciones.

Argüían los contrarios el alto precio de las mulas (escasas por su esterilidad), necesidad de alimentarlas con cereales, lo que acrecentaba el gasto; (los bueyes pastaban en la dehesa boyal, del Concejo) y lo somero de su labor, ya de por si superficial la de los bueyes.

No obstante, la sustitución fue una exigencia marcada por la disminución de pastizales, el aumento de las roturaciones y la venta de baldíos por la Corona.

El cambio fue progresivo. Se inició donde la  presión demográfica y la intensidad de cultivo eran mayores y sólo donde existía abundancia de pastos verdes para alimentarlos, subsistieron los bueyes.

 

Ganadería

Ya, desde la reconquista de la zona, la explotación de este territorio, se sometió a un aprovechamiento económico de tipo colonial a favor de los intereses ganaderos.

Tuvo su época de esplendor durante el reinado de los Reyes Católicos gozando de numerosísimos privilegios concedidos a la Mesta, en perjuicio de los agricultores: terrenos reservados, ensanchamiento de cañadas, derecho de ramoneo, prohibición de roturar dehesas, congelación a perpetuidad del precio de arrendamiento de las dehesas.

Con la llegada al trono de Felipe II inicia una decadencia que no superará en ningún momento.

Se dictaron numerosas disposiciones a favor de la agricultura que acabaron o, al menos, limitaron los privilegios de los ganaderos.

Contribuyó a la preeminencia de la agricultura la introducción del arado tirado por mulas que aumentó considerablemente la superficie roturada y la especial importancia y protección que se concedería a la vid.

El ganado lanar era prioritario, seguido del caprino.

El bovino sólo se usaba en la labranza como animal de tiro.

A nivel doméstico, porcino y avícola. Casi todas las casa mantenían, al menos, un cerdo y un buen puñado de aves de corral.

Agricultura y ganadería, complementándose ambas, son las principales fuentes de riqueza. Economía de autoabastecimiento donde, en muchos casos, agricultor y pastor son la misma persona.

 

Montes

La riqueza forestal ya se había destruido significativamente, los montes eran abundantes, aunque la cubierta vegetal, pobre. Manchas de matorral: romeros, retamas, aliagas, coscojas y atochas eran la vegetación más extendida.

Bosques y matorrales eran ricos en fauna. En las tierras llanas donde los cultivos habían reducido la masa de vegetación, conejos, liebres, perdices y escasos lobos y zorros se disputaban el territorio.

Hay que señalar por su curiosidad, rareza y permanencia del topónimo,  la mención que hacen las crónicas medievales de  las encebras.

Existe en el término de Montalbo un paraje, que aún conserva el nombre, conocido como:  LAS ENCEBRAS.

Designó este nombre a un animal actualmente desconocido, de la familia de los caballos, abundantísimo en las llanuras de la España mediterránea. Se le llamó ENCEBRA, ZEBRA, ZEBRO.

Los vecinos de  Chinchilla, en declaración a las Relaciones ordenadas por Felipe II describen a estos animales : “... a manera de yeguas cenizosas, de color de pelo de rata; relinchaban como yeguas y corrían mejor que los caballos. Un poco mohínas.

Animales ariscos y veloces, corredores por excelencia; équidos de capa gris con una línea negra que surge en los omóplatos y acabada en punta sobre los muslos delanteros. Otra línea negra recorre el lomo, sobre las vértebras, desde el cuello hasta la cola; y marcas acebradas en las extremidades.

Entre los siglos XIV-XVI sus poblaciones  comenzaron a ser esquilmadas debido a la caza; su carne era muy apreciada.

Al mismo tiempo, su hábitat  de extensas llanuras era muy apreciado y disputado para asentamientos ganadero-agrarios.

Algunos escritores suponen que las encebras eran asnos salvajes, importados y asilvestrados por culturas norteafricanas y del mediterráneo oriental.

 

 

 

Otras actividades

Muchas de las actividades artesanales, como textiles, eran realizadas por los propios campesinos como complemento a su actividad agrícola, y sin ningún tipo de especialización.

Otros oficios que requieren cierta especialización, como herreros, albañiles, carpinteros, zapateros, los realizaban oficiales artesanos que sólo ocasional y estacionalmente dedicaban parte de su tiempo a la agricultura (recolección, escarda, vendimia)

Para alojar a comerciantes, arrieros, trajineros y viandantes existían las VENTAS en todas las poblaciones, atendidas por el ventero y reguladas las condiciones y precios por las Ordenanzas municipales y disposiciones reales (en la foto Posada de Lope Olmo en Villar de Cañas).

Proporcionaban rentas de distinta cuantía dependiendo de la categoría de la vía donde estuviesen ubicadas.

Existen noticias de ventas  como la de Tobarra que producía 9.000 maravedíes de renta anuales. Más productivas eran las de Hellín, 80 escudos, 28.000 maravedíes y otra, 100 ducados, 37.500 maravedíes.

 

 

Población

Más del 80 % vivían en aldeas o pequeños pueblos.

A finales del XVI la población de Castilla la Nueva  está así constituida:

Total de vecinos en Castilla La Nueva: 282.420

 

Urbana  64.040 vecinos   22,68 %

Rural   218.380 vecinos   77,32 %

De éstos, son:

Pecheros     251.684      89,12 %

Hidalgos         24.578      8,7 %

Clérigos           6.158      2,18 %

 

En  la Diócesis de Cuenca dos son las ciudades más importantes:

HUETE  ciudad    1.323 vecinos

Tierra de Huete  11.828 vecinos

La ciudad no tiene muchos  vecinos pero posee una amplia tierra y población  que la convierten en la ciudad más importante de Castilla La Nueva, después de Toledo y cabeza de Corregimiento.

 

CUENCA ciudad     3.070 vecinos

Tierra de Cuenca    8.388 vecinos

Era la mayor parte analfabeta. En las Relaciones, se cita el caso, incluso de alcaldes, que no firman por no saber.

 

Año 1594                   Pecheros        Almas

El Congosto                       9                  40

Zafra                              323              1.485

Montalbo                        367              1.651

Villardecañas y El Hito    434              1.953

Villarejo de Fuentes        590               2.655

Saelices                        229               1.030

Tarancón                        846              3.807

 

 

 

La aldea

Las aldeas, unidades básicas de poblamiento rural eran abundantes, aunque de dimensiones realmente reducidas, (el Congosto contaba con 40 habitantes.)

Su morfología era irregular, adaptándose a la forma del terreno.

Se unían las casas unas a otras, disponiéndose a lo largo de una vía, calle, camino o carretera, de la que salían calles y callejas varias, llenas de salientes y esquinazos.

Las casas pobres, bajas y pequeñas, de tapial: adobe, barro amasado con paja, sin cocer, o de yeso y piedra. En el exterior, enjalbegadas con cal o yeso. Para los cimientos, cal y canto.

 

Las casas de los ricos eran amplias, de cal, canto y sillería, especialmente en las portadas.

Muchas casas disponen de corral.

Se accede al inmueble a través del portal, apareciendo al entrar pequeños espacios interiores y muy poco diferenciados en estancias.

Las techumbres son en su mayoría de estructura de madera y cubierta de teja, aunque quedan, todavía algunas edificaciones con cubierta vegetal, de cañas y pajón.

En el interior del casco aldeano se abrían abundantes corrales y solares.

La iglesia servía como punto de referencia social y espacial, además de su función religiosa. (Las reuniones del Concejo abierto solían tener lugar “junto a la iglesia” en la mayoría de las poblaciones. Dentro de ella y en su entorno, el cementerio.

Al concluir las edificaciones comenzaba el ejido (lejío en el habla local) espacio comunal destinado a usos pecuarios con prohibición expresa de labranza.

Para las explotaciones agrícolas, graneros, pajares y corrales dentro y en las afueras de la aldea. Son comunes, a su vez, los palomares. 

 

Alimentación

Se sustentaban de los productos provenientes de las cosechas o ganadería. Agricultura básicamente de subsistencia orientada a la producción de productos esenciales para la dieta alimenticia.

Las capas populares comían pan, cuando lo había, en abundancia; 1’5 kgrs. por persona y día, “torreznos”, tocino, carne de vaca, en reducidísima cantidad, vino barato. Carne de cerdo,  y hortalizas en forma de menestra desmayada como la de calabaza.

Las legumbres y el pan constituían el plato fuerte  de los campesinos. Garbanzos, lentejas, habas, yeros y otras semillas, en general, eran los manjares más frecuentes en el puchero de los pobres.

Los pequeños y medianos labradores y artesanos y otras capas inferiores, de forma más notable, se tenían que conformar con una frugal comida, donde las sopas estaban omnipresentes y, en muchos momentos, la carestía era la tónica dominante.

Gran parte de la población se debía contentar con sólo pan;  Y, en momentos de escasez, muy frecuentes y prolongados, hambre. En palabras del alcaide de Andújar: durante la sequía de 1474 "muchas personas miserables se mantenían y pasavan con cardos y otras raíces del campo”.

Los asertos populares resumen fielmente la alimentación de la época:

- Pan negro, comida de pobres, frente a pan blanco, comida de ricos.

- Panizo, alimento de los pobres en épocas de escasez, frente al trigo candeal de las mesas acomodadas.

- Sardinas para los pobres, frente a pescado blanco para los ricos.

- Vino aguado para pobres, vinos exquisitos para mesas de poderosos.

- Carnes de ternera, cordero y cabrito para personas notables, vísceras y carnes de peor calidad para pobres.

 

Costo de la vida

La moneda de uso común era  el MARAVEDI

Moneda          REAL               BLANCA            ESCUDO

Equivalencia   34 maravedíes   0,5 maravedíes   400 maravedíes

PRECIOS

1 pan                                      34 maravedis         1 real

1 fanega trigo                         204 maravedís         6 reales

1 libra de carne                        34 maravedís         1 real

1 libra de sardinas                   20 maravedís   

1 arroba de aceite                   408 maravedís        12 reales

1 arroba de vino                      170 maravedís         5 reales

1 cerdo                                1.496 maravedís        44 reales

1gallina                                    68 maravedís         2 reales

1 celemín de sal  4 kilos            48 maravedís   

1 fanega garbanzos(44 kilos)    748 maravedís        22 reales

 

Sueldos 1583-1585

Carpintero  5 reales/día

Albañil       5 reales/día (8 con “amasaor”)

Peón         70-85 maravedís

Todo esto no suponía al año más de 30.000 maravedíes para albañiles y carpinteros y 15.000 maravedíes para el peón. Cantidad que contrasta descarada y vergonzosamente con las grandísimas fortunas de los poderosos: aprox. 100.000 ducados de renta a finales de siglo perciben los duques de Alba, el duque del Infantado y, superior, el de Medina Sidonia. Suponen 40 millones de maravedíes.

Para mantener la mano de obra barata en el campo se tasaban los jornales entre 34-68 maravedíes según la época. El salario de los braceros no superaba los 30 ducados al año.

En Madrid, hacia 1560 se habían tasado los jornales de la construcción y otros.

Maestro albañil, carpintero 102 maravedíes

Trastejador                          68        "

Peones                               51        "

Aprendiz                             34        "

Cavadores                           60 + 1 azumbre de vino

Peones de las eras              40 + comida.

Los jornaleros se defienden cuando pueden:

Hasta los años 1570 aproximadamente, hay una fuerte demanda de mano de obra en España, pero los españoles, en su mayoría, estimulados por el dinero fácil que corría por todas partes y por el lujo de los pudientes, exigen salarios elevados que los empresarios se resisten a pagar; acudiendo a la mano de obra extranjera, a franceses, por ejemplo, mucho menos exigentes y que se ofrecen por menos, pero  cobran más que en su país.

La situación llegó a ser alarmante en algún momento porque los Procuradores a Cortes se quejan en 1522 y en 1548 de que “Antes faltan jornaleros que jornales»,  y en Las Cortes de Toledo de 1559 "que ya no se hallan peones para cavar y segar ni hacer las otras cosas del campo, sino a muy excesivos precio”

En la Mancha donde los ricos labradores procuran que bajen los salarios y pretenden impedir que los jornaleros se vayan a trabajar a otros lugares donde encuentren contratos más favorables, el concejo de Horcajo de Santiago en 1565 informa al Consejo de las Órdenes que los mozos del lugar "han venido a pedir tan inmoderados jornales que no se puede por ninguna vía sufrir tan gran desorden [...] y son amigos de holgar muchos días y trabajar muy pocos y ganar en un día para holgar cuatro".

 

 

 

Impuestos, cargas y gravámenes

La condición de vecino de la villa llevaba aparejada la obligación de pagar impuestos,  pechar, así como mantener la residencia para tener acceso a los bienes comunales y ser juzgado de acuerdo al Fuero territorial.

Ya en algunos Fueros y cartas-puebla se recoge la exención de pechar durante algún tiempo (un año generalmente) con el fin de favorecer la repoblación de la tierra reconquistada. Este recurso es el que utiliza  Pedro COELLO para fundar la puebla de Villar de Cañas: exime a los pobladores de pechar durante diez años.

Los pecheros constituían el grueso de la población, integrado por amplias capas populares formadas por modestos labradores y artesanos, jornaleros, la mayor parte de los capellanes (los curas rurales), los numerosos criados de las casas acomodadas, viudas, huérfanos y pobres, cada uno de acuerdo a su fortuna personal.

Debían tributar fiel y puntualmente, aportar soldados a la Corona, nunca tomaban parte en las tareas de gobierno municipal y debían someterse a los tribunales comunes y aceptar los fallos de los tribunales de los grupos privilegiados.

Con sueldos de 10 a 15 maravedíes el día que trabajaban, en un mundo donde la eventualidad en el trabajo era la característica esencial, o con pegujares (pijuares) (cuando sólo se siembra 3 fanegas aprox.) que apenas les permiten hacer frente a sus más elementales necesidades alimentarias. El sueldo anual de un cura de aldea, en los comienzos del siglo XVI, no superaba los 1.000 maravedíes.

Peor lo tenían las viudas y menores. Considerados como vecinos por ausencia de marido o padres, su situación era muy precaria. Malviven las primeras trabajando en sus reducidos campos o como vendedoras callejeras de pan, hortalizas, o en servicios domésticos en las casas acomodadas (las menos.) Los menores, como pastores o criados. Unas y otros acaban, frecuentemente, engrosando las filas de mendigos, los únicos que no pechan por no tener con qué.

Los lugareños , sin contar pedidos extraordinarios, muy frecuentes en la época, a los que no podían sustraerse, debían hacer frente al pago de :

Las rentas territoriales impuestas a los arrendatarios o colonos estaban entre el 30-40% de la cosecha. Se pagaba en especie llamada infurción.

Las alcabalas eran impuestos por transacciones comerciales que en las villas de realengo no se cobraban o suponían un 5%, llegando en las tierras de señorío al 10% legal.

Censos o préstamos hipotecarios que sobre la futura cosecha solicitaban, a menudo, los campesinos. Suponía éste el recurso más corriente de apoderarse de las tierras de los pequeños propietarios. Una serie continuada de malas cosechas imposibilitaba la devolución del préstamo.

 

 

Correspondía al Señor, también, el monopolio de hornos, almazaras, lagares y molinos. Y era obligación de los vecinos hacer uso de ellos con el correspondiente pago.

Sernas. Trabajo obligatorio y gratuito en el campo señorial.

Diezmos. Suponían el 10 % de la producción agrícola y ganadera. Rondaba el 25 % neto. Afectaba a todos los productos básicos y se pagaba en especie, excepto el diezmo del vino que se abonaba en metálico. Curiosamente, del diezmo, llamado eclesiástico, el cura sólo percibía  1/10 del diezmo.

Pechos y contribuciones reales. Entre 1/5 y 1/10 de los diezmos.

“Los millones” Impuesto creado para reparar el desastre de la Armada Invencible. Se llamó así por equivaler a 8 millones  de ducados en 6 años a repartir entre todo el reino. En 1590 correspondía a cada vecino pagar unos  337 maravedíes .

Las otras cargas señoriales no eran tan gravosas, pues apenas suponían el 1,5 % del total de los impuestos.

La circulación de bienes económicos estaba limitada y sujeta a otra gran cantidad de impuestos: portazgos, montazgos, pontazgos,...

Al peso de los impuestos se añadió por aquellos años una larga serie de malas cosechas

En 1546 la fanega de trigo llegó a valer 9-11 reales.

En 1578 y 1579 apenas se cogió lo sembrado.

1583- poca cosecha y mucha langosta.

1584-debido a las malas cosechas, los campesinos no tienen para sembrar. Felipe II ordena ayudas y que no se deje nada sin sembrar.

1593- en las Cortes se consigna mala cosecha de trigo en la Mancha.

El campesino, justo en el nivel de supervivencia, con apenas lo necesario para subsistir, no puede invertir ni en la mejora de las tierras ni en medios.

El poder político de los nobles les permite imponer a los campesinos contratos temporales en los que se actualicen las rentas. La conservación del capital y el aumento periódico de los intereses permiten a los nobles mantener su categoría social frente a la burguesía y dan a la propiedad señorial una rentabilidad similar o superior a la del comercio y con menos riesgos.

Diezmos, alcabalas, millones, servicios,... En pagos al Estado, a la Iglesia, a los Señores, a los prestamistas,... invertía la población campesina no menos del  50 % de la cosecha. Sometidos a tal cantidad de cargas, los campesinos agricultores, y mucho más los braceros, trabajaban para subsistir y pagar los tributos.. Todo lo que superaba la subsistencia, de una u otra forma era requerido por las Instituciones: Iglesia, Estado.

Se ha señalado muy gráficamente que el campesino productor de la época era una magnífica bestia de carga.. Una pesada carga que en muchos casos obligó a la emigración a muchos campesinos, como única salida a una situación insostenible que alcanzaría su máxima expresión en las décadas siguientes.

Manuel Fernández Grueso, 2006

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© Copyright Gonzalo Mantecón Sáez - 8/01/06